Primer Parcial Flashcards
(42 cards)
¿Cuál es el designio de Dios para el hombre?
Dios, infinitamente perfecto y bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para hacerle participe de su vida bienaventurada. En la plenitud de los tiempos, Dios Padre envió a su Hijo como Redentor y Salvador de los hombres caídos en el pecado, convocandolos en su Iglesia, y haciéndolos hijos suyos de adopción por obra del Espíritu Santo y herederos de su eterna bienaventuranza.
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¿Cómo se puede conocer a Dios con la sola luz de la razón?
A partir de la creación, esto es, del mundo y de la persona humana, el hombre, con la sola razón, puede con certeza conocer a Dios como origen y fin del universo y como sumo bien, verdad y belleza infinita.
¿Basta la sola luz de la razón para conocer el misterio de Dios?
Para conocer a Dios con la sola luz de la razón, el hombre encuentra muchas
dificultades. Además no puede entrar por sí mismo en la intimidad del misterio divino.
Por ello, Dios ha querido iluminarlo con su Revelación, no sólo acerca de las verdades
que superan la comprensión humana, sino también sobre verdades religiosas y morales,
que, aun siendo de por sí accesibles a la razón, de esta manera pueden ser conocidas por
todos sin dificultad, con firme certeza y sin mezcla de error.
¿Qué revela Dios al hombre?
Dios, en su bondad y sabiduría, se revela al hombre. Por medio de acontecimientos y
palabras, se revela a sí mismo y el designio de benevolencia que él mismo ha
preestablecido desde la eternidad en Cristo en favor de los hombres. Este designio
consiste en hacer partícipes de la vida divina a todos los hombres, mediante la gracia del
Espíritu Santo, para hacer de ellos hijos adoptivos en su Hijo Unigénito.
¿Cuál es la plena y definitiva etapa de la Revelación de Dios?
La plena y definitiva etapa de la Revelación de Dios es la que Él mismo llevó a cabo en su
Verbo encarnado, Jesucristo, mediador y plenitud de la Revelación. En cuanto Hijo
Unigénito de Dios hecho hombre, Él es la Palabra perfecta y definitiva del Padre. Con la
venida del Hijo y el don del Espíritu, la Revelación ya se ha cumplido plenamente,
aunque la fe de la Iglesia deberá comprender gradualmente todo su alcance a lo largo de
los siglos.
«Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra,
todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar»
(San Juan de la Cruz)
¿Por qué y de qué modo se transmite la divina Revelación?
Dios «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1
Tim 2, 4), es decir, de Jesucristo. Es preciso, pues, que Cristo sea anunciado a todos los
hombres, según su propio mandato: «Id y haced discípulos de todos los pueblos» (Mt
28, 19). Esto se lleva a cabo mediante la Tradición Apostólica.
¿Qué relación existe entre Tradición y Sagrada Escritura?
La Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente unidas y compenetradas entre sí.
En efecto, ambas hacen presente y fecundo en la Iglesia el Misterio de Cristo, y surgen
de la misma fuente divina: constituyen un solo sagrado depósito de la fe, del cual la
Iglesia saca su propia certeza sobre todas las cosas reveladas.
¿A quién ha sido confiado el depósito de la fe?
El depósito de la fe ha sido confiado por los Apóstoles a toda la Iglesia. Todo el Pueblo
de Dios, con el sentido sobrenatural de la fe, sostenido por el Espíritu Santo y guiado por
el Magisterio de la Iglesia, acoge la Revelación divina, la comprende cada vez mejor, y la
aplica a la vida.
¿A quién corresponde interpretar auténticamente el depósito de la fe?
La interpretación auténtica del depósito de la fe corresponde sólo al Magisterio vivo de
la Iglesia, es decir, al Sucesor de Pedro, el Obispo de Roma, y a los obispos en comunión
con él. Al Magisterio, el cual, en el servicio de la Palabra de Dios, goza del carisma cierto
de la verdad, compete también definir los dogmas, que son formulaciones de las
verdades contenidas en la divina Revelación; dicha autoridad se extiende también a las
verdades necesariamente relacionadas con la Revelación.
¿Qué relación existe entre Escritura, Tradición y Magisterio?
Escritura, Tradición y Magisterio están tan estrechamente unidos entre sí, que ninguno
de ellos existe sin los otros. Juntos, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen
eficazmente, cada uno a su modo, a la salvación de los hombres
¿Por qué decimos que la Sagrada Escritura enseña la verdad?
Decimos que la Sagrada Escritura enseña la verdad porque Dios mismo es su autor: por
eso afirmamos que está inspirada y enseña sin error las verdades necesarias para
nuestra salvación. El Espíritu Santo ha inspirado, en efecto, a los autores humanos de la
Sagrada Escritura, los cuales han escrito lo que el Espíritu ha querido enseñarnos. La fe
cristiana, sin embargo, no es una «religión del libro», sino de la Palabra de Dios, que no
es «una palabra escrita y muda, sino el Verbo encarnado y vivo» (San Bernardo de
Claraval).
¿Cómo se debe leer la Sagrada Escritura?
La Sagrada Escritura debe ser leída e interpretada con la ayuda del Espíritu Santo y bajo
la guía del Magisterio de la Iglesia, según tres criterios: 1) atención al contenido y a la
unidad de toda la Escritura; 2) lectura de la Escritura en la Tradición viva de la Iglesia; 3)
respeto de la analogía de la fe, es decir, de la cohesión entre las verdades de la fe
¿Qué importancia tiene el Nuevo Testamento para los cristianos?
El Nuevo Testamento, cuyo centro es Jesucristo, nos transmite la verdad definitiva de la
Revelación divina. En él, los cuatro Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, siendo el
principal testimonio de la vida y doctrina de Jesús, constituyen el corazón de todas las
Escrituras y ocupan un puesto único en la Iglesia.
¿Qué función tiene la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia?
La Sagrada Escritura proporciona apoyo y vigor a la vida de la Iglesia. Para sus hijos, es
firmeza de la fe, alimento y manantial de vida espiritual. Es el alma de la teología y de la
predicación pastoral. Dice el Salmista: «lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi
sendero» (Sal 119, 105). Por esto la Iglesia exhorta a la lectura frecuente de la Sagrada
Escritura, pues «desconocer la Escritura es desconocer a Cristo» (San Jerónimo).
¿Cómo responde el hombre a Dios que se revela?
El hombre, sostenido por la gracia divina, responde a la Revelación de Dios con la
obediencia de la fe, que consiste en fiarse plenamente de Dios y acoger su Verdad, en
cuanto garantizada por Él, que es la Verdad misma.
En la práctica ¿qué significa para el hombre creer en Dios?
Creer en Dios significa para el hombre adherirse a Dios mismo, confiando plenamente
en Él y dando pleno asentimiento a todas las verdades por Él reveladas, porque Dios es
la Verdad. Significa creer en un solo Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¿Cuáles son las características de la fe?
La fe, don gratuito de Dios, accesible a cuantos la piden humildemente, es la virtud
sobrenatural necesaria para salvarse. El acto de fe es un acto humano, es decir un acto
de la inteligencia del hombre, el cual, bajo el impulso de la voluntad movida por Dios,
asiente libremente a la verdad divina. Además, la fe es cierta porque se fundamenta
sobre la Palabra de Dios; «actúa por medio de la caridad» (Ga 5,6); y está en continuo
crecimiento, gracias, particularmente, a la escucha de la Palabra de Dios y a la oración.
Ella nos hace pregustar desde ahora el gozo del cielo.
¿En qué sentido la fe de la Iglesia es una sola?
La Iglesia, aunque formada por personas diversas por razón de lengua, cultura y ritos,
profesa con voz unánime la única fe, recibida de un solo Señor y transmitida por la única
Tradición Apostólica. Profesa un solo Dios –Padre, Hijo y Espíritu Santo– e indica un solo
camino de salvación. Por tanto, creemos, con un solo corazón y una sola alma, todo
aquello que se contiene en la Palabra de Dios escrita o transmitida y es propuesto por la
Iglesia para ser creído como divinamente revelado.
¿Qué son los símbolos de la fe?
Los símbolos de la fe, también llamados «profesiones de fe» o «Credos», son fórmulas
articuladas con las que la Iglesia, desde sus orígenes, ha expresado sintéticamente la
propia fe, y la ha transmitido con un lenguaje común y normativo para todos los fieles.
¿Por qué profesamos un solo Dios?
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Profesamos un solo Dios porque Él se ha revelado al pueblo de Israel como el Único,
cuando dice: «escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el Único Señor» (Dt 6, 4), «no
existe ningún otro» (Is 45, 22). Jesús mismo lo ha confirmado: Dios «es el único Señor»
(Mc 12, 29). Profesar que Jesús y el Espíritu Santo son también Dios y Señor no introduce
división alguna en el Dios Único.
¿Con qué nombre se revela Dios?
Dios se revela a Moisés como el Dios vivo: «Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob» (Ex 3, 6). Al mismo Moisés Dios le revela su
Nombre misterioso: «Yo soy el que soy (YHWH)» (Ex 3, 14). El nombre inefable de Dios,
ya en los tiempos del Antiguo Testamento, fue sustituido por la palabra Señor. De este
modo en el Nuevo Testamento, Jesús, llamado el Señor, aparece como verdadero Dios.
¿Por qué es importante la revelación del nombre de Dios?
Al revelar su Nombre, Dios da a conocer las riquezas contenidas en su misterio inefable:
sólo Él es, desde siempre y por siempre, el que transciende el mundo y la historia. Él es
quien ha hecho cielo y tierra. Él es el Dios fiel, siempre cercano a su pueblo para
salvarlo. Él es el Santo por excelencia, «rico en misericordia» (Ef 2, 4), siempre dispuesto
al perdón. Dios es el Ser espiritual, trascendente, omnipotente, eterno, personal y
perfecto. Él es la verdad y el amor.
«Dios es el ser infinitamente perfecto que es la Santísima Trinidad» (Santo Toribio de
Mogrovejo)
¿Qué consecuencias tiene creer en un solo Dios?
Creer en Dios, el Único, comporta: conocer su grandeza y majestad; vivir en acción de
gracias; confiar siempre en Él, incluso en la adversidad; reconocer la unidad y la
verdadera dignidad de todos los hombres, creados a imagen de Dios; usar rectamente
de las cosas creadas por Él